Algunos estaréis de acuerdo conmigo en que ir al cine se está convirtiendo en algo cada vez más insoportable. Algo molesto y desagradable, tanto que dan ganas de quedarse en casa o buscar un plan alternativo. Conste en acta que no me refiero a las películas, al nivel de calidad del cine actual, sino al hecho de salir de casa y compartir un visionado con un montón de desconocidos en una misma sala, previo pago de una entrada que no suele ser moco de pavo.
No sé cuándo ocurrió, de estas cosas no te das cuenta, es como lo la langosta y el agua hirviendo (ya sabéis, ese método cruel para cocinar crustáceos), pero en algún momento esto de ir al cine se convirtió en un dolor de cabeza, en tener que soportar a gente maleducada, a personas que se creen que están en el salón de su casa, o en un bar rodeados de amiguetes, y que por tanto pueden hacer lo que les dé la gana. Para colmo, si te cansas y dices algo, lo más probable es que des comienzo a una cadena de mandar a callar/nos importa un pepino, que durará toda la sesión, por lo menos; y en cualquier caso, adiós a la película. De un tiempo a esta parte, ir a ver un estreno es poco más que ir ver si te enteras de algo, claro que están llegando tantos churros mediocres desde Hollywood que casi da lo mismo. En cualquier caso, como soy un experto en tropezar con la misma piedra, y a pesar de todo adoro la costumbre de ir al cine, quiero al menos dejar constancia de los comportamientos más molestos que he sufrido en una sala. Por si alguien se da por aludido y lo corrige. O simplemente por hablarlo con vosotros, que siempre puede resultar divertido.
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