Ni Kurosawa, ni Scorsese, ni Spielberg, ni Bergman. El mejor director de cine de los últimos 30 años es un británico que firmó Secretos y Mentiras y punto. El nombramiento de Mike Leigh (arriba, recogiendo el León de Oro a mejor película por Vera Drake en 2004 en Venecia), publicado hace poco en la revista Slate, no deja margen para ruegos y preguntas: es la conclusión, fría y seca, de un ordenador que ha medido el gusto de la mayoría popular.
Tragarse esta resolución, descubierta usando un mecanismo afín al que usa Facebook para recomendar amigos, implica aceptar que no es mejor cineasta quien más refine el lenguaje audiovisual, sino quien menos películas malas tenga en su haber. Es decir, que Francis Ford Coppola habrá hecho El padrino, pero no por eso pesan menos sobre su nombre títulos como Jack. La premisa puede sonar cuestionable, pero así son los tiempos 2.0: el número es el número. Sin él, no sería posible que un ordenador digiriera los datos que, desde 1999, acumula la web Rotten Tomatoes, una página dedicada a recabar críticas profesionales de diversos medios y mezclarlas con las opiniones de usuarios sobre cada película para valorarlo del 0 al 100 con una precisión a la que se encomienda hasta el New York Times. La lógica es brutal: por cada aguerrido cibernauta que defienda que la cuarta de Indiana Jones era una buena película, siempre habrá otro diciendo lo contrario con el mismo ahínco, y la cosa queda compensada.
Así, unos redactores de Slate han podido estudiar no ya películas sueltas como cualquiera que entre en la página, sino trayectorias enteras de 19.000 actores y 2.000 directores. La de Brad Pitt, por ejemplo, que resulta haber pasado de guaperas a actor respetable desde que participó en Babel en 2006. O la de Matt Damon, que siempre se supo mejor aventurado que su amigo Ben Affleck pero ahora puede presumir de confirmación numérica.
El estudio alcanza conclusiones sorprendentes: el actor medio recibe peores críticas en cada una de sus cuatro primeras películas y luego empieza a bajar exponencialmente. Mientras, el director medio se mantiene en un punto intermedio al principio de la carrera y no da con el beneplácito de la crítica hasta la séptima película; y así se mantiene hasta que, en la undécima, se dispara. Lo cual tiene su sentido: en el caso de los actores, están obligados a hacer buen cine hasta acomodarse a la cuarta película (pensemos en Hugh Jackman). En el caso de los directores, se supone que si llegan a hacer 11 películas es porque son lo suficientemente buenos (Terrence Malick, el valoradísimo director de La delgada línea roja y cuatro películas más, no cuenta).
Los números de Rotten Tomatoes permiten incluso crear un ranking vagamente científico de quiénes son lo mejor y lo peor de la industria del cine mundial. Y la cosa queda así:
Mejor director: Mike Leigh.
Este cineasta británico, tan correcto pero como desconocido para gran parte del público, se ha especializado en el drama optimista como Secretos y mentiras o Happy-go-lucky, y con ellas ha conseguido la superlativa media de 92,1 en toda su carrera. Considerablemente por encima del mejor director estadounidense según Slate, Joel Coen (No es país para viejos, El gran Lebowski), que goza de un 84,3.
Peor director: Dennis Dugan.
Vivir de hacer películas que a nadie le gustan pero que la gente conoce tiene su mérito (y una entereza ante los retortijones morales encomiable), pero aquí está este hombre, otrora joven actor de la factoría Disney de los setenta, cuyo opus comprende Este chico es un demonio (valorada con un 7 sobre 100) y casi todas las comedias protagonizadas por Adam Sandler (ese epítome de la pereza audiovisual llamado Os pronuncio marido y marido está congraciada con un 14). En total, un 23,6 de media.
Mejor actor: Daniel Auteuil.
Ajeno a la juventud precisada por el star system de Los Ángeles y al atractivo de Harrison Ford o Robert Redford, este francés de 61 años tiene ahora un mérito aparte de ser uno de los mejores pagados en su país: sus participaciones en Jean de Florette (100) o la muy paranoica Caché (88) le convierten en el actor con la mejor trayectoria del mundo.
Peor actor: Chuck Norris.
Todo escéptico que se quejara a lo largo de la ESO de que las matemáticas no servían para nada porque dar con una hipotenusa no tenía que ver con su vida diaria tiene aquí la respuesta definitiva: han servido para determinar que las películas de Chuck Norris son peores que las de Steven Seagal. Con una filmografía que incluye joyas de la programación televisiva de madrugada de festivo como Delta Force (20) o Missing in Action (23), que culminó en esa aportación al inagotable filón policía+perro llamada Top Dog (0), Chuck Norris tiene, efectivamente, la peor carrera de la historia del cine.
Mejor actriz: Arsinée Khanjian.
Que Rotten Tomatoes sepa, no existe en el mundo nadie con el ojo de esta canadiense, cincuentona y habitual a la filmografía de Atom Egoyan. Véase la calificación que el público le ha dado a sus principales películas: El dulce porvernir (100), Calendar (100), o Speaking Parts (100). Del mundillo estadounidense, con una media de 72,8, está Amy Madigan, la mujer de Kevin Costner en Campo de sueños.
Peor actriz: Jennifer Love Hewitt.
Para que una película se considere buena, Rotten Tomatoes exige que alcance, al menos, un 60 sobre 100 de media. Por esa lógica, madame Love Hewitt no ha hecho nada bueno en su vida. Tiene una media del 18,9 gracias a papeles protagonistas en Sister Act 2: De vuelta al convento (7), Sé lo que hicistéis el último verano (35), Aún sé lo que hicistéis el último verano (7) y las dos entregas de Garfield (que, juntas, no llegan a sumar un 30).
Si es un error dejar que la matemática elija lo mejor y lo peor del arte, si el mérito es menos mérito porque es por votación popular, es algo que el ordenador no se atreve a aventurar.