Durante décadas, en la imaginación del público, la expresión “crimen organizado” fue sinónimo de Al Capone, ametralladoras Thompson y caóticos tiroteos en las calles de Chicago. Cuando el mítico Capone —que tuvo íntima relación con la Mafia pero que nunca perteneció a ella, ni siguió sus reglas y costumbres— fue encarcelado, el ciudadano de a pie dejó de escuchar noticias sobre grandes organizaciones delictivas y la gente sabía bien poco de los auténticos reyes del crimen norteamericano: individuos como Lucky Luciano, Carlo Gambino o Sam Giancana que habían llegado a acumular un inmenso poder, hasta el punto de influir en las altas esferas, incluyendo el FBI, la CIA y la propia Casa Blanca. La existencia de la Cosa Nostra y su extraña naturaleza ritual, inspirada por viejas costumbres del caciquismo rural siciliano, eran un secreto bien guardado. Por eso, en 1963, causó una considerable conmoción el testimonio de un mafioso de poca monta (Joe Valachi) quien ejercía de chofer en la “familia” Genovese y que fue el primer miembro de la Mafia en describir públicamente sus estructuras y ceremonias de iniciación.
De repente, toda una realidad oculta de la sociedad norteamericana quedaba al descubierto cautivando la fantasía de una sorprendida audiencia. El escritor Mario Puzo terminó de rentabilizar el asunto ilustrando el mundo mafioso en su novela The Godfather. El libro, que narraba sucesos con una considerable base real —aunque cambiaba los nombres de algunos personajes y creaba otros nuevos sintetizando características de varias personas reales— se convirtió en un gran éxito y también en la obra literaria más apetecida por el Hollywood de entonces. Incluso el director italiano Sergio Leone soñó con adaptar el libro, pero la historia cayó finalmente en manos de un relativamente poco conocido Francis Ford Coppola.
La extraordinaria calidad artística y el resonante éxito de las películas El Padrino y El Padrino II establecieron una nueva corriente cinematográfica a la hora de retratar el crimen organizado. Vito Corleone sustituyó a Al Capone como estereotipo del capo italoamericano gracias a la poderosa interpretación de Marlon Brando, y una Mafia sinuosa, secretista y de férrea disciplina se convirtió en objeto de las fantasías morbosas de los espectadores. Aunque las dos partes de El Padrino (la tercera, francamente, no la tendremos en cuenta) mostraban una imagen excesivamente estilizada y romántica de la Cosa Nostra y sus miembros, lo cierto es que muchos de los personajes y situaciones que aparecían en pantalla eran reflejo más o menos evidente de personajes y situaciones reales. Semejanzas que en algunos casos fueron rápidamente captadas por los espectadores pero que en otros pasaron más desapercibidas. De hecho cuesta encontrar algo en aquellas películas que no tenga un referente directo o indirecto en la historia real de la mafia norteamericana de los años 30, 40, 50 y 60. Hagamos pues un repaso a todas esas referencias, comenzando por las más conocidas y fácilmente identificables hasta llegar a las más complejas y retorcidas, como las que sirvieron para construir a los dos protagonistas de El Padrino, Vito y Michael Corleone.
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