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A Marte de la mano de la NASA y Ridley Scott

Cuando era pequeño el ingeniero aeroespacial Wernher von Braun se enamoró de la exploración del Cosmos gracias a Julio Verne. En la Segunda Guerra Mundial estuvo adscrito a las SS y diseñó los cohetes V2 que sirvieron para bombardear suelo inglés, pero su obsesión estaba muy lejos de la del nazismo, en concreto en el espacio exterior, por eso la Gestapo le persiguió.

La NASA se convirtió en su nuevo hogar y sus V2 sirvieron como precursores de los cohetes espaciales. Por fin su trabajo servía para alimentar su pasión. Diez años antes de que el hombre pisara la Luna, Disney realizó una serie de programas de televisión dedicados a la exploración espacial, y  él los presentó. La NASA necesitaba el favor de la opinión pública y de paso lavar el nombre de Braun. Ambas cosas se consiguieron y después llegó el Apolo 11. Lo demás, es historia.

Ahora toca Marte, que aún es ciencia ficción. Pero después de años en los que la NASA prometía el aterrizaje del hombre en el planeta rojo, hoy podemos estar seguros de que esto pasará. Se retrasará a 2030, según dijo Obama en abril de 2010, pero ocurrirá. El hombre pisará Marte y lo hará con el objetivo de analizar su geografía, el agua que hace tan solo una semana era, por fin, un hecho y, por supuesto, buscar vida, la que pudo haber hace tiempo o la que hay. Enviar una misión tripulada al planeta vecino es técnicamente posible y está a punto de ocurrir.  

Por esta razón Marte (The Martian), la adaptación de la novela homónima de Andy Weir que un Ridley Scott no tan bueno como el de Blade Runner pero infinitamente mejor que el de Exodus ha dirigido, llega en el mejor momento.

En un Marte más hostil del que se daría en la realidad, el astronauta Mark Watney sufre un accidente en mitad de una tormenta de arena. Es dado por muerto y abandonado por la tripulación. Sin embargo, sobrevive. Se encuentra atrapado y completamente solo en Marte, con suministros escasos y con un handicap: aguantar vivo hasta que vengan a buscarle, si es que vienen.

El ingenioso Matt Damon, que está muy a gusto en uno de sus mejores papeles, consigue comunicarse con la Tierra. La NASA recibe el mensaje y  decide volver a por él. Este es el punto de partida de la nueva aventura espacial del director de Alien. Un filme pensado para el disfrute del gran público, donde no existen las grandilocuencias metafísicas que Nolan implantó en Interstellar. Estamos más bien ante una Gravity de más envergadura narrativa. Esta historia es más compleja, pero de menos calado técnico, porque los planos secuencia de Cuarón son demasiado buenos.

Primer objetivo de la NASA: la opinión pública

Cuando la NASA se enteró de que Ridley Scott pretendía adaptar la novela de Weir, se reunieron para hablar de la película. La agencia vio claro que esta superproducción tenía un inmenso potencial para promocionar la exploración espacial y decidió ayudar al cineasta en todo lo que necesitara. Participó en los diseños de producción de la película, contestó a infinidad de preguntas del equipo técnico, compartió cientos de archivos con imágenes reales, dejó visitar el Centro Espacial Johnson a los cineastas y estuvo siempre presente desde el guión hasta la postproducción y la campaña de marketing. Aquí en Madrid organizaron una videoconferencia con Pedro Duque en el Centro de Astrobiología del INSTA. Es posible que sea la película con la que más estrechamente ha colaborado la agencia espacial.

La NASA necesita el apoyo de la opinión pública para que el Gobierno de Estados Unidos suelte los miles de millones que necesitan para llevar a cabo misiones en el espacio profundo y en Marte. Y de momento los espectadores están respondiendo muy bien a la película de Scott, que ya llega a los 117 millones de taquilla solo en EEUU, según Box Office Mojo. Esta vez hay menos dinero que en 1966, no es suficiente con tres capítulos de Disney sobre la Luna, hace falta Ridley Scott y Matt Damon, solo así es posible que contagien al público de todo el mundo la ilusión de pisar Marte.

Después del fracaso de Mars One, el proyecto de una empresa que quería montar la primera colonia humana en el planeta rojo, queda claro que la gestión privada no tiene nada que hacer en el espacio. Ya lo dijo Neil deGrasse Tyson en Business Insider. «Si yo fuera un inversor de riesgo (en Mars One), me gustaría hacerle una serie de preguntas a los organizadores. ¿Es peligroso? La respuesta es sí. ¿Morirán personas? Probablemente. ¿Cuánto va a costar? No sé, pero mucho. ¿Cuál es el retorno de mi inversión? Nada».

DeGrasse sin embargo está muy encima de lo que pretende hacer la NASA en Marte, por eso uno de los vídeos promocionales más espectaculares de The Martian está orquestado por él como un falso fragmento de la famosa serie documental Cosmos.

Los peligros del hombre en Marte

Pedro Duque aseguró en la videoconferencia que viajaremos a Marte sí o sí. Pero una vez allí se complicará el asunto. Y a pesar de que la película de Scott tiene un tono esperanzador, la historia no deja de ser la de un Robinson Crusoe marciano que tiene que enfrentarse a las dificultades de un lugar muy hostil, con una atmósfera repleta de dióxido de carbono, una radiación insoportable, una temperatura en torno a los 60 grados bajo cero y una tierra yerma en la que obviamente no se puede cultivar a menos que tengas el ingenio o el instinto de Matt Damon.

El actor está más divertido que nunca, usa el sentido del humor para que la negrura de la tragedia que vive su personaje no estropee la intención del filme.

Pero no solo está él, Ridley Scott, construye su película en base a este náufrago moderno, a la tripulación que le abandonó capitaneada por Jessica Chastain  y  a las idas y venidas de la NASA donde Chiwetel Ejiofor, Kristen Wiig, Jeff Daniels y Sean Bean se esfuerzan al máximo para traer a su astronauta de vuelta, como lo contaría Aaron Sorkin, entre pasillos y despachos. A Scott le ha quedado una película muy entretenida, un poco previsible también, pero con suficiente tensión dramática para que el público comparta la obsesión de la NASA por buscar restos de vida en el planeta rojo.